Sucre y Potosí

23 marzo, 2013 a las 22:20

La siguiente parada fue Sucre, la antigua capital de Bolivia. Es una ciudad colonial (cómo no) de blancos edificios, conventos e iglesias, cuidados jardines y un abarrotado mercado central en el que se puede comer deliciosa comida popular pos pocos céntimos (esto ocurre en todas las ciudades que hemos visitado hasta ahora, no hay que perderse estos mercados aunque los fuertes aromas nos choquen al principio).

Plaza principal, Sucre

Mercado

En Sucre paseamos por el centro, subimos a la azotea del Convento San Felipe Neri, pasamos el domingo en el Parque Bolívar, disfrutamos de las increíbles vistas de la ciudad desde el Museo de la Recoleta… también hay un parque Cretácico a unos kilómetros y desde Sucre se organizan visitas dominicales al mercado artesanal de Tarabuco (nosotros no fuimos porque ya hemos visto muchos mercados de este tipo, pero este en concreto debe de ser bastante llamativo así que si se puede y quiere visitar, lo recomendamos).

San Felipe Neri, Sucre

San Felipe Neri, Sucre

Museo de la Recoleta

Museo de la Recoleta

Con 2 ó 3 días en Sucre es suficiente, así que seguimos nuestro viaje hasta Potosí, famosa por sus minas de plata. La que llegó a ser la ciudad más grande y rica de Sudamérica ha perdido gran parte de su esplendor desde que se agotaron las fuentes principales de plata, pero conserva, en el centro, calles enteras flanqueadas por casonas coloniales (nuestro albergue era una de ellas), una bonita catedral en la plaza central y el interesante museo de la Casa de la Moneda.

Plaza de Potosí

Potosí, on el Cerro Rico al fondo

El principal atractivo de Potosí son las minas, que se pueden visitar en tours diarios (nunca por libre) y que son una experiencia arriesgada pero inigualable.

Antes de entrar a las minas te visten con el uniforme de trabajo de los mineros para no mancharte la ropa (porque sí o sí sales hecho un asco). De camino a las minas se para en el mercado minero para comprarle algún regalo a los mineros que vas a visitar (hojas de coca, alcohol potable de 96º y dinamita) ya que te dedican parte de su tiempo de trabajo. Los regalos no los puedes elegir, a nosotros nos dijeron lo que teníamos que llevar y el precio que teníamos que pagar, algo que no nos gustó mucho, no por comprar regalos, sino por la obligación de comprar lo que el guía del tour quería, a precio “gringo”, pero bueno,  son las cosas de contratar un tour.

Nada más entrar a las minas te sacude una sensación algo rara, tanto por la falta de luz como por lo estrecho de los pasillos y por saber que se está a unos 35 metros bajo la superficie sin apenas medidas de seguridad. En el primer tramo de la mina ayudamos a mover una vagoneta vacía (llena pesa más de 1 tonelada) hacia la zona donde trabajaban algunos mineros (al ser una cooperativa cada socio tiene su propia zona para extracción).

Para llegar exactamente a esta zona tuvimos que escalar por un hueco hecho en el techo y arrastrarnos durante unos metros. Así se llegaba a donde estaba trabajando Alejandro, un minero que lleva más de 25 años en el oficio y con quien estuvimos charlando un rato para conocer mejor lo que hace. Además de una buena conversación compartimos con él nuestros regalos, es decir, que bebimos muchos chupitos de alcohol de “farmacia” rebajado con jugo de naranja,  los cuales no sabían tan mal como suena.

Tras unos buenos minutos alli, nos movimos hacia otra zona donde vimos como se extraía la plata de la roca y se cargaba en las carretillas para finalmente introducirse en las vagonetas. Finalmente el recorrido terminó visitando a “El Tío“, el diablo al que adoran y hacen ofrendas los mineros mientras están bajo tierra.

Posse Jones

Entrada principal a las minas

En la mina con Alejandro (tiene el moflete hinchado porque mascaba hojas de coca)

el “Tío”

De Potosí nos fuimos a la mañana siguiente rumbo al pueblo de Uyuni, del que hablaremos en el siguiente post :)

¡Saludos!