Budapest: monumental decadencia, baños termales y ruin pubs

8 agosto, 2015 a las 18:57

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Budapest, la capital de Hungría, se ha convertido desde hace unos años en uno de los destinos europeos más atractivos. Castigada por la historia, atrae cada vez a más viajeros con su deliciosa y económica oferta de cerveza, sus originales bares reconstruidos de entre las ruinas, imponentes edificios monumentales a orillas del Danubio, baños termales y el aire de decadencia tan típico de los países del Este.

Día 1:

Llegamos en avión desde Barcelona con un vuelo de la compañía Wizz Air por 65€ que encontramos en el comparador Mivuelobarato.com apenas 2 semanas antes. El aeropuerto queda a unos 50 minutos del centro de Budapest en transporte público, pero es facilísimo llegar: en el hall de llegadas del aeropuerto puedes comprar un billete de autobús + metro (530F = 1,70€) con el que puedes llegar hasta cualquier punto de Budapest.

Nuestro apartamento quedaba en el centro así que nos subimos al autobús E200 en el mismo aeropuerto y nos bajamos en la parada  Nepliguet, que tiene conexión con el metro. En Nepliguet cogimos la línea de metro M3 hasta Oktogon que es casi el epicentro de la ciudad y donde se ubicaba nuestro alojamiento. Habíamos reservado un apartamento con Airbnb y a las 14h nos esperaban puntuales en la puerta Richard y Kármen para enseñarnos el piso de 87m2 que, por 30€ la noche, fue nuestro hogar los siguientes 4 días. Muy amplio, limpio, bien ubicado y con una decoración de lo más “soviética”.

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Patio del edificio

Budapest

Salón del apartamento

En cuanto dejamos las maletas y Richard y Kármen nos dieron unos consejos sobre Budapest en un inglés bastante rudimentario, salimos a dar un paseo por la amplia avenida Andrassy hacia la Plaza de los Héroes, en el parque Varosliget. Esta avenida es ideal para ver el contraste entre los elegantes palacios restaurados tras las diversas guerras y los que, a falta de presupuesto, han caído tristemente en un desconchado olvido.

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Avenida Andrassy

 

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Plaza de los héroes, Budapest

Para volver cogimos la línea de metro M1, inaugurada en 1896 y declarada Patrimonio de la Humanidad en 2002 (compramos 10 billetes por 3000F = 9,63€) y bajamos de nuevo hacia el centro, que queda en dirección totalmente opuesta (junto al río). Bajamos en Oktogon y después de comer un plato de Queso frito con mermelada (típico de la zona) nos metimos de cabeza en el barrio judío siguiendo más o menos la ruta que indicaba la guía que nos habían dejado. Paseamos entre los vestigios del gueto sefardí que la política nazi separó del resto de la ciudad por muros que todavía resisten en algunas zonas.

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M1 Budapest

Barrio judío de Budapest

Barrio judío

Ver estas ruinas combinadas con la arquitectura de la actual Budapest supone un azote de historia digna de experimentarse. Llegamos hasta la sinagoga, pasando por pastelerías y restaurantes kosher,  puestos de comida judía de todo el mundo y retales de historia que empapan edificios y locales.

Muro barrio judio

Muro barrio judio

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Sinagoga de Budapest

Alargamos el paseo por la concurrida plaza Deák Ferenc y nos acercamos al impresionante Parlamento de mármol blanco que descansa a orillas del río Danubio. Allí, nos saludaba desde la otra orilla el imponente distrito del Castillo de Buda, al que se llega por el célebre Puente de las Cadenas. Precioso al atardecer.

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Plaza Deák Ferenc

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Parlamento Budapest

Homenaje al pueblo judío

Homenaje al pueblo judío, frente al Parlamento

Por la noche quedamos con Alejandra, una amiga de Barcelona que se ha aventurado a hacer unas prácticas de hotel durante unos meses en Budapest y que nos citó en el 360º, un bar/restaurante que no entra en los más baratos de la ciudad, pero que por las vistas que ofrece, merece la pena aunque sea una visita. Después de una buena cena húngara dimos un paseo para ver la Ópera de noche, la concurrida plaza Déak llena de gente celebrando el macrobotellón más cívico que hemos visto nunca (impensable en España) y vuelta a casa a descansar tras un laaaaargo día.

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Con Alejandra en el 360

Ópera de Budapest

Ópera de Budapest

Día 2:

Al día siguiente nos adentramos en el precioso Distrito del Castillo en la zona de Buda; una mini urbe medieval de adoquines y edificios señoriales de diversos colores que incluye, por un lado, el Palacio Real (que acoge la actual Galería Nacional de Hungría, el Museo de Historia y la Biblioteca Nacional) y por otra, la iglesia de Matías, la Torre de la Magdalena y bajo el suelo, el laberinto del Castillo de Buda (está abierto y operativo aunque algunas webs anuncian lo contrario).

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Iglesia de Matías

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Distrito del Castillo de Buda

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Torre de la Magdalena

Torre de la Magdalena

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Laberinto Castillo de Buda

 

Para llegar al Distrito del Castillo de Buda se puede coger el funicular que sale de la plaza donde acaba el Puente de las Cadenas (cruzando de Pest a Buda), pero hay que hacer bastante cola. Si no queréis colas y estáis en forma, se puede subir andando por un tranquilo camino que parte del lado izquierdo del pie del funicular o en ascensor si se camina hacia el sur por la orilla del río hasta el acceso al Museo de Historia (el ascensor queda algo escondido detrás de unas mortales escaleras que suben casi en vertical hasta el Museo).

 

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Puente de las Cadenas de Budapest

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Palacio Real

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Biblioteca Nacional

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Funicular de Budapest

Después de visitar todo el distrito, volvimos al apartamento a descansar, cenar… y prepararnos para ir a uno de los reclamos de la ciudad, uno de los ruin pubs que salpican Budapest. Para nuestro bautizo decidimos ir al Instant, una urbanización abandonada que fue tomada por la gente de Budapest  para convertirla en un local en el que disfrutar de actividades culturales, tomar una cerveza o quedarse de fiesta toda la noche si se quiere.

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Instant Ruin Bar

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Ruin Pub Instant

Día 3:

Nos acercamos al Parlamento (2000F = 6,42€) para hacer la visita guiada y no quedaban entradas en un idioma inteligible hasta dos horas más tarde (id con tiempo o intentad reservar en internet si queréis visita guiada en español, porque vuelan), así que aprovechamos para ir al mercado central y comer un bocadillo por allí. Volvimos para la visita guiada que, realmente, no aconsejamos. Dura unos 40 minutos y la impresión que genera el edificio por fuera no se corresponde con lo que te enseñan en el interior. Si habéis visto, por ejemplo, el Parlamento de Londres, esto se os quedará en una muela.

Mercado Central

Mercado Central

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Interior del Parlamento

Hecha la visita nos fuimos a los baños termales más célebres de la ciudad, los baños Széchenyi (como improvisábamos los itinerarios según nos apetecía, nos movíamos de punta a punta de la ciudad, pero se puede hacer como si nada ya que no es muy grande). Los baños Széchenyi (4500F=14,45€), son los más grandes, bonitos y sorprenden por estar en la misma ciudad.

Cuentan con 3 piscinas de diferentes temperaturas al aire libre y unos 10 baños más en el interior (pequeños). Cuando fuimos nosotros había muchísima gente (incluso siendo entre semana), nos costó encontrar sitio en el que estar (dentro y fuera del agua), había agüilla turbia y estancada en algunos puntos (si vais, llevad chanclas) y bueno… nosotros no conseguimos relajarnos mucho. Posiblemente sea una buena idea ir a otros de los baños de Budapest, menos famosos.

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Baños Széchenyi en Budapest

Volvimos al apartamento para cenar, descansar e ir a tomar algo después (esta vez, al bar Szimpla, la versión “light” del Szimpla Kert, porque nos quedaba más cerca del apartamento). Probamos un par de especialidades que, con el cansancio acumulado, no tardaron en dejarnos KO.

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Szimpla bar

Día 4:

El último día lo habíamos reservado para alquilar unas bicis y recorrer Isla Margarita, subir a la Ciudadela y despedirnos de Alejandra. Para la primera misión y después de dar más vueltas que un tonto bajo un sol abrasador, decidimos alquilar la bici con el sistema público “Bubi”, hay estaciones por toda la ciudad, es baratísimo comparado con las agencias de alquiler (suelen cobrar 6€ por un par de horas, mientras que Bubi cobra 2€ por 24 horas) y lo único que necesitas es una tarjeta de crédito y un móvil (sin internet sirve).

Te registras en la misma parada, te envían un código al móvil que te servirá para identificarte y para que te asignen la bici y te bloquean de las tarjeta una garantía que te desbloquean cuando acaba el alquiler. Sólo hay que seguir las instrucciones, no tiene pérdida.

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Recorrimos la isla buscando la sombra desesperadamente y cuando ya habíamos visto todos los puntos de interés (el jardín japonés, las ruinas del convento de Sta. Margarita, jardines varios…), se nos ocurrió la idea de ir a la Ciudadela en bici, estrategia de lo más normal si no fuera porque las obras del tranvía nos obligaron a hacer un recorrido espantoso que nos costó sudor y a Erik un golpe de calor que lo tuvo noqueado hasta un buen par de horas más tarde. Eso sí, las vistas desde la Ciudadela, merecen la pena. Un consejo: evitar las horas de más calor si se va a subir a pie.

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Ruinas del Monasterio de Santa Margarita

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Jardín Japonés en Isla Margarita

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De la Ciudadela fuimos a buscar a Alejandra cruzando el Puente de la Libertad y fuimos a cenar a un restaurante del barrio judío que es bueno, bonito y barato, el Drum. Muy recomendable para probar el típico Goulash (preferiblemente en invierno). A pesar del día de calor y esfuerzo que llevábamos encima, la comida del Drum nos cargó de la energía suficiente para ir al Szimpla Kert, otro de los ruin bars por excelencia de Budapest.

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Puente de la Libertad

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Restaurante Drum, Budapest

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Szimpla Kert

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Szimpla Kert

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Szimpla Kert

Cuando nos acabamos una de sus deliciosas y enormes limonadas de fresa y después de recorrer el divertido bar, nos despedimos de Alejandra y de Budapest con un “¡Hasta luego!”

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Szimpla Kert